Siempre estamos buscando ese juguete perdido que algún día
nos hiso feliz, tratando de atarnos a la idea de que todo pasado fue mejor para
olvidar la realidad de que el futuro es desconcertante. Mañana, el mes
entrante, el año que viene. Son todas proyecciones de lo que podrá ser y las
cargamos de esperanzas de que sean como ya una vez fueron, eludiendo todo mal y
dejándonos con ese sabor de lo conocido. Pero porque temerle a lo que vendrá cuando
no es más que la repetición compulsiva de nuestros errores, esos que juramos
cambiar.
Siempre todo pasado fue mejor. Con esa pequeña frase quizás lidiamos
de manera más simple con la triste realidad de que nos da miedo aceptar
nuestros errores, la imposibilidad de cambiarlos siguiendo así siempre en un círculo
de negación. Aceptemos que el pasado es solo eso y los juguetes nuevos son
aterradores pero necesarios de otra manera nos exponemos a anclarnos en un
punto dejando nuestras vidas atadas a lo que debe ser.
Trabajar, casarse, reproducirse y seguir el curso “normal”
de la vida todo eso es lo que nos dicen que debe ser el pasado para cuando
estemos en las puertas de la muerte. Pero donde quedo lo de hacer eso que
soñamos, esas cosas que cuando chico deseábamos para el futuro. Todo queda
apisonado por la fuerza de lo que se debe ser y por eso recordamos que todo
pasado fue mejor, la máxima justificación para ser lo que se espera y no lo que
algún día soñamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario