Otro día abriendo los ojos preguntando cual es el motivo de despertarme, una enorme melancolía me consume segundo a segundo y no logro comprender el porqué de mi tristeza. Quizás será la normalidad de mi vida que amenaza en convertirme en otro ciervo que agacha la cabeza temerosa de un castigo más allá del dolor físico o quizás el simple hecho de que no soy más que otro cobarde que por miedo de prefiere ocultarse en un sin fin de excusas temeroso de que lo vean cuando su sueño más grande es que alguien sepa que existe.
Anhelo castigarme, cortar mi piel y drenar mi sangre para aliviar la pena, pero soy tan cobarde que me aferro a esto que llamo vida por más miserable que sea. No me atrevo a irme y mucho menos a golpear esa puerta que esconde las respuestas que tanto miedo me da escuchar.
Soy Pericles el cobarde, ni más merezco ni menos espero, pero esperar de quien si al fin y al cabo nadie sabe que existo y todo vuelve al principio, a la misma pregunta que me aqueja. Todo gira alrededor de porqué.